Otra idea que manejó y que vio reflejada en el Tigre, es que los trabajos salen mejor cuando los realizamos con pasión y no basándonos únicamente en el modo funcional. La pasión abre tu mente, transforma la adversidad por oportunidad, encuentra en lo más recóndito de nuestros cuerpos, un ápice de energía extra que impide que caigamos derrotados. Ayer, The Strongest, en un partido decisivo, se impuso a Real Potosí con pasión, convencimiento y autoridad. Quizás, el fútbol que desplegó el aurinegro, no fue el mejor, pero fue el mejor partido que le vimos jugar, sencillamente fue práctico y eficiente… Ahora entremos en detalles.
Desde el minuto inicial, la verticalidad del Tigre fue evidente. Aunque la falta de marca en el medio sector, obligó a Villegas al retroceso de Cristaldo a la zona medular y adelantar a Castro, quien goza de talento, pero no de marcaje. Fue una movida que clarificó al equipo, pues desde ese momento, el local atacaba tranquilamente. La apertura del marcador, gol de cabeza de Diego Bejarano, tronó hasta el Agustín Ugarte, porque minutos después, Nacional le propinaba el cachetazo a Bolívar. El gol atigrado de pelota parada, argumento salvador desde la Copa de Invierno, trajo calma a los aurinegros, que habían avanzado muchas veces, pero no finalizaban.
La ansiedad, que a momentos dominó al Tigre, se esfumó con el primer tiempo. En el segundo acto, Real adelantó líneas en busca del empate, una estrategia que provocó vacíos en la defensa y fue aprovechada por un calmado Tigre. Por varios pasajes los potosinos intentaron ser el equipo que frenó a Bolívar: compacto en sus líneas y rápido en las transiciones, pero no lograron serlo. Las aspiraciones potosinas fueron sepultadas con el segundo tanto atigrado, que nunca se desesperó. Un generoso Jair Reinoso, guiando el contragolpe, cedió el balón a Gabriel Ríos, quien definió con sutileza ante el portero potosino. Reinoso, en su mejor presentación, le colocó el broche de oro marcando el tercero. Minutos después se cerraba el cotejo en la Villa Imperial, donde Bolívar cayó con Nacional por la mínima diferencia y ya se conocía al inesperado campeón, The Strongest.
Ahora entiendo a la fiel hinchada que acompaña al aurinegro. Porque ganar con pasión, con coraje, se suele disfrutarlo más. Llegar al objetivo por la vía más complicada, fue como nadar contracorriente, tan difícil como escapar de la presión de Alcatraz, pero nada se compara con la satisfacción de lograrlo. Esta difícil gesta que ha hecho el club, hace que los hinchas sientan suyo el esfuerzo. Este vínculo entre el equipo y la hinchada, se llama ‘garra’, algo que una gorda billetera, o un magnate bañado en oro, no pueden comprar. Una característica que nació entre sufrimiento y terminó en alegría, algo que perdurará por siempre y será el espíritu de un equipo que nunca se da por rendido y lucha hasta el último.
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