viernes, 12 de febrero de 2016

Sergio Luna: ‘Feliz de que se acordaran de mí’



Fue uno de los grandes ‘10’ que tuvo The Strongest. Brilló en el club entre 1989 y 1994, hasta convertirse en un histórico de la institución. Luna fue a finales de la década de los 80 y principios de los 90 lo que en este momento es Pablo Escobar: líder, figura y capitán. Entró en la historia del gualdinegro gracias su talento, entrega, goles y porque desde su llegada se identificó con los colores amarillo y negro. En 2006 tuvo un efímero paso como técnico y ahora está de vuelta para dirigir a las divisiones inferiores del club.

— ¿Qué significa este retorno a The Strongest?

— Un reconocimiento, me pone feliz que se hayan acordado de mi el presidente César Salinas y Leonardo Costas, quienes fueron los que me convocaron. Lógicamente me agradó la idea de volver, y aportar desde otro lugar diferente a lo que fue mi paso como jugador, como técnico, y ahora dedicarme a la formación.

— Su ciclo como jugador obviamente fue el más exitoso.

— Siempre dije que he jugado bien al fútbol, lo que pasa que acá en The Strongest, en mi última etapa como profesional, me terminé de formar como un verdadero jugador, dando lo que requería la institución, no solo jugando bien, también aportando con otras cosas. Gracias a la ayuda de Dios y de mis compañeros pude tener el reconocimiento de la gente y a pesar de los años, me siguen teniendo presente y recordándome.

— Cuando volvió, en 2006, como técnico no le fue muy bien.

— Yo vine en una situación muy difícil del club, cuando el equipo estaba armado, cuando estaba fuera de la Copa Libertadores. Existían dificultades económicas, a veces uno mismo tenía que solventar gastos mínimos o no había plata para la concentración; pero no marcaba el verdadero nivel que tiene que tener una institución como The Strongest. Vine a pesar de que todos me decían que no era el momento ideal para volver, pero uno siempre está dispuesto, porque siente la camiseta. Desgraciadamente, tuve muchos inconvenientes, encontré a jugadores en actos de indisciplina, no había nada para hacer cosas importantes, así que preferí irme y no malgastar mi imagen ante los resultados que podían venir y perder el idilio que tenía con la gente. El tiempo me dio la razón porque pasaron muchos técnicos desde que yo me fui y nunca The Strongest se pudo conformar, hasta esta última etapa en la que vinieron los éxitos y el club creció y ahora está en una situación muy buena, de privilegio.

— ¿Qué recuerda de su época de jugador?

— Son muchas cosas. Por ejemplo, nosotros organizamos en el club, cuando estaba el papá de Carlos Pino (actual coordinador), Omar, quien era dirigente, tener la ropa de entrenamiento igual, él nos la auspiciaba con una empresa que tenía. Inauguramos la concentración, logramos títulos, aunque, a veces, las circunstancias no eran favorables y cuando todos nos daban por vencidos, siempre dábamos pelea. Eso hizo que nos fuera bien y durante mucho tiempo tuvimos el reconocimiento de la gente. Fueron muchas cosas que logró el grupo en base a unión, sacrificio y todo eso que significa The Strongest.

— ¿La unidad era una de las fortalezas?

— La unidad se demostraba desde la llegada a los entrenamientos. Bajábamos en un micro para entrenar a Achumani. Hacía su recorrido y nosotros esperábamos en las paradas. Ahora existe una infraestructura enorme, casas preciosas, antes había solo piedras. Volvíamos a la ciudad todos juntos, lo esperábamos al utilero Clemente Ponce, que acabe todas las cosas y pudiera venir con no-sotros. Era una unión mayor a lo que habitualmente sucede.

— ¿Era difícil llegar a Achumani?

— Sí, era muy difícil, los trufis no llegaban hasta acá, no había minibuses. Si uno no tenía movilidad, tenía que tomar el micro o pagar un taxi porque en estos parajes, por decir algo, no había nada, solamente piedras.

— ¿Cuántos años en el Tigre?

— Llegué en 1989 y me despedí el 94, conquistamos dos títulos (1989 y 1993) y jugué tres Libertadores.

— ¿Alguna Copa que se acuerde?

— Contra los equipos ecuatorianos (1990) porque nos permitió pasar a una segunda fase, que antes era muy difícil. Me acuerdo de un partido con Emelec, ganamos 4-3 después de ir en desventaja. Ganamos a lo Tigre. Mi padre estaba en la tribuna en el Siles y le dedique el gol del triunfo.

— ¿Compañeros que se acuerde?

— Son un montón, alguno se me va, pero el primero es Ricardo Tano Fontana, compañero y amigo. Después Julián Jiménez, Eligio Martínez, Tito Montaño, Édgar Patito Coronado, Eduardo Villegas, Eliseo Chancho Ayaviri, Mario Ortega, Gustavo Quinteros. Innumerables compañeros que han pasado y que entendieron lo que era el club. No cualquiera jugaba en The Strongest. Éramos un grupo que trabajaba a conciencia, al margen de la calidad de las personas que tuvimos como técnicos y el preparador físico Isaac Álvarez, que siempre estaba con el grupo.

— ¿Algún técnico del que tenga un recuerdo especial?

— Todos fueron importantes. A mí (Johnny) Bermúdez fue el que me trajo, después he tenido a Juan Gitano Farías, a Moisés Barack, a Carlos Aragonés.

— ¿Siempre peleaban cosas importantes?

— Teníamos buenos equipos, había gente nacional, extranjera, que era de primer nivel y, modestia aparte, eso hizo que elevará el nivel del torneo.

— ¿Ha sido un ídolo, referente, que hizo historia en el club. Algo parecido con Pablo Escobar?

— Seguramente, creo que los tiempos van cambiando y la gente va eligiendo a las personas de acuerdo con lo que ellos ven y uno puede transmitir dentro de la cancha. A mí, me tocó después de Ovidio Messa, y ahora está Pablo Escobar y seguramente aparecerá otro jugador, que como persona tenga cierto idilio con la gente, el hincha y el aficionado.

— ¿También jugaba con la 10?

— Siempre jugué con la 10, a pesar de que era más armador, recorría todo el campo, ésa era la entrega que uno tenía, igual que todos y sabíamos que teníamos que hacer eso, porque sino no nos alcanzaba.

— ¿Después de su retiro, todavía siente el cariño de la gente o los más jóvenes le conocen poco?

— Ya pasaron 22 años desde que yo me fui de acá, salvo mi esporádica vuelta como técnico. Vine el año pasado con la Escuela de Milton Melgar y la gente me recibió con una banda. Antes vine cuando dirigía a Real Mamoré (2010-2011) justo jugábamos con The Strongest en el estadio de Achumani y la gente me ovacionó. Ahora que volví a trabajar después de buenos años, me tocó estar en la inauguración de la cancha de césped sintético del predio de la Yungas (16 de enero) y sentí el afecto de la gente que me vio jugar, gente que no me vio jugar. Veía a jóvenes y les decía: pero tú no me viste jugar, y me contestaban: ‘sí, pero mi papá me contó cómo jugabas, que una vez te paraste encima de la pelota’ y realmente eso me emocionó, nunca me imaginé que podía generar eso. Hablo con mi señora, un baluarte de lo que soy, y le digo: no sabes las cosas lindas que estoy viviendo, el cariño, el reconocimiento de la gente, no solo como jugador, también como persona y eso hace que uno se quede tranquilo porque hizo las cosas bien. Yo solo tengo que decir gracias, gracias y gracias.

— ¿Cómo fue eso de que se paró en la pelota?

— Fue en un clásico, ganamos con tres goles de Johnny Villarroel, me subí a la pelota e hice con la mano una visera, como buscando rivales.

— El domingo se viene un clásico, ¿se acuerda cuántos jugó?

— No me acuerdo, tampoco se jugaban muchos, no era habitual que se jueguen tantos clásicos, salvo aquella vez que nos clasificamos los dos clubes a la Libertadores. Lo único que te puedo decir es que se vivía con total intensidad. A nosotros en esa época nos costaba mucho, Bolívar siempre tuvo grandes equipos, era difícil, pero dábamos batalla.

— En el balance, ¿cómo le fue?

— Creo que estoy empatado, no recuerdo bien, porque no llevo las estadísticas de eso, pero hice como seis o siete goles en los clásicos.

— ¿Ahora son diferentes?

— Los clásicos son siempre especiales, quizás ahora se vive diferente dentro de las tribunas. Cuando yo jugaba, la participación o la incidencia que tenía la hinchada en el aliento, en el festejo, era inferior a lo que se vive ahora; pero en la cancha se tiene que dejar todo, así es siempre, más allá de que uno venga mal, bien, regular.

— Ahora está empezando una tercera etapa en el club, más dedicada a los niños y jóvenes.

— Falta mucho, más que todo en la organización. Las escuelas (Achumani, Yungas y El Alto) se manejan cada uno por su lado, ahora las estamos uniendo para que todos sepan que hay que tener una sola identidad que es el club The Strongest. Ya conseguí una especie de intercambio cultural con una universidad de Japón para que vengan a darles unas charlas a los chicos, que los incentiven, que incentiven a los padres. Mostrar de que nos estamos preocupando por el crecimiento de ellos, porque la formación nace desde la escuela. En lo que se refiere a la parte juvenil, a mí me toca estar con la Sub-19. Ahora que tenemos el plantel casi definido, vamos a hacer un trabajo serio, similar a un equipo profesional.

También aportar a los chicos de 14-15 años, que mejoren sus capacidades, porque la formación de un futbolista no es un año ni dos, es como un colegio, necesitas a cada edad darle los elementos necesarios para que la formación sea completa.

Perfil

Nombre: Sergio Óscar Luna.

Nacimiento: 19 de febrero de 1958.

Profesión: Entrenador de fútbol.

Familia: Miriam Rinaldi (esposa), Damián, Gastón y Flavio (hijos).

Trayectoria

Debutó en la Liga cordobesa cuando tenía16 años en el club Sportivo Belgrano, después pasó por Vélez Sarsfield, Racing, Colón de Santa Fe, León de México, Sarmiento de Junín, San Lorenzo. Llegó a Bolivia para jugar en Wilstermann, donde se lo recuerda con mucho cariño, Litoral y The Strongest, club del que se retiro profesionalmente. Como entrenador, empezó a dirigir en Atlanta (cuarta y quinta división), San Lorenzo, divisiones juveniles y de manera interina el primer plantel después de la marcha de Óscar Ruggeri, El Porvernir, La CAI, Real Mamoré (2010-2011), en la Escuela de Milton Melgar en Buenos Aires, y ahora en las divisiones inferiores de The Strongest.


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